18.2.12

Robar no es hacer changas

Hoy todo es polémica entre el gobierno y la oposición. Y, sin embargo, estos dichos del diputado Aníbal Pereyra pasaron desapercibidos.
Pereyra es uno de los legisladores del MPP, el grupo político orientado y liderado por el presidente José Mujica. También integra la dirección del  MLN-Tupamaros. Es representante nacional por el departamento de Rocha. Tiene 46 años.
Diputado Aníbal Pereyra
En enero le dijo a El País:
“Una de las fortalezas más grandes que tiene Uruguay para el turismo es la seguridad. Aunque así como hay gente que viene a hacer la temporada de verano, hay delincuentes que van a hacer la changa. Hoy hay lugares tan alejados de los centros urbanos que si no tienen criterios de seguridad algún día los van a afanar. Si se ostenta determinada cosa, algún día los que andan en la vuelta lo pueden robar y de eso hay gente que no se da cuenta”.
Pereyra se refería a algunos robos en el este del país, en zonas al parecer muy apartadas. Reclamaba que quienes residen en esos parajes tomen medidas de seguridad para no ser desvalijados.
Pero eso no es lo insólito. Lo asombroso es que afirme que “hay delincuentes que van a hacer la changa”. Y lo pasmoso es que nadie diga nada.
Hacer una changa en Uruguay es hacer un trabajo menor, pequeño, informal. El que vive de changas seguramente no tiene una gran preparación, quizás no le guste tener un empleo formal, puede que no sea muy laborioso, que sea un poco vago, perezoso, que rehúya las responsabilidades. Puede ser, o quizás no sea nada de eso. Pero lo que es seguro es que quien vive de hacer changas es una persona decente. Hacer changas no es andar robando. El que vive de changas no es un ladrón. Los delincuentes, diputado Pereyra, no hacen changas.
La declaración del legislador es una prueba más de hasta qué punto vivimos en una sociedad que no condena al delito, que lo legitima.
Robar es como trabajar para el diputado Pereyra. Y no solo para él.
Antes la explicación era que había tanto delito porque había mucha pobreza. Pero la pobreza cayó y el delito no. Antes faltaban ayudas sociales. Ahora se vuelcan millones, pero los delincuentes no se enteran.
El problema está en otro lado.
Es un problema cultural, de discurso, está en las palabras. Y no cambiará mientras robar sea tan legítimo como changar o trabajar.

12.2.12

Gauchos licenciados y éxito a la uruguaya

"El Uruguay y sus visitantes". Así se llama un pequeño libro escrito por el maestro José María Firpo, el mismo de la desopilante serie "El Humor en la escuela".
Lo compré en una librería de viejo. Se trata de una recopilación de textos escritos por extranjeros que recalaron en estas costas entre 1926 y 1967. Como fue publicado en 1978, en plana dictadura, es de suponer que habrá existido cierta clara limitación en las citas seleccionadas. Aún así el libro tiene pasajes interesantes: algunos por su gracia, otros por su crudeza.
Entre los primeros destaca un disparatado artículo de 1948 del semanario francés Samadi Soir, donde se escribe mal el nombre del nombre del presidente Luis Batlle Berres, pero eso es apenas un detalle en medio de tanto dislate:

"Pero el Uruguay no es más el Uruguay. Hace seis años el presidente de la República Battle Beres creó universidades ambulantes sobre ferrocarriles, con vagón-museo, vagón-laboratorio, vagón-anfiteatro. Dentro de poco los últimos gauchos serán todos licenciados. El presidente Battle Beres, hijo de aquel que detuvo las revoluciones mensuales, es, él mismo, un gran poeta".

También memorable, pero no por su comicidad, es una nota escrita por un corresponsal de la revista estadounidense Time que visitó Uruguay en 1954:

"El omnipresente Estado maneja la mayor parte de las cuestiones bancarias y de seguros del país, monopoliza las importaciones de hulla, opera los ferrocarriles, las plantas de energía eléctrica, el sistema telefónico, un gigantesco frigorífico, destilerías de bebidas alcohólicas, la pesca, plantas de cemento, un teatro, un servicio de ambulancias y una serie de restaurantes de precios bajos. La  estructura estatal es costosa. Uruguay padece el más severo caso latinoamericano de entumecimiento burocrático, con 150.000 empleados civiles en una fuerza trabajadora de un millón de personas. Los déficit del gobierno aumentan año a año y, bajo la manta estatal de benevolencia, el incentivo decrece. Las tardes de verano libres para holgazanear en la playa son una costumbre nacional. El hombre que se jubila joven con una pensión confortable se ha convertido en la imagen nacional del éxito".

Dicen que no hay nada más viejo que el diario de ayer, pero ese artículo de Time tiene 58 años.



10.2.12

Gudynas: "Un día triste para el ambientalismo uruguayo"

Reproduzco aquí, por considerarla de interés, una carta pública remitida por el reconocido ambientalista Eduardo Gudynas.

"En el día de hoy, el presidente José Mujica anunció su intención de transferir la actual Dirección de Medio Ambiente, de su ubicación institucional actual en el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, a la Presidencia (específicamente a la Oficiana de Planeamiento y Presupuesto).
Esta es una pésima noticia para el tema ambiental en Uruguay, ya que significa desmantelar al Ministerio del Ambiente, y colocar los mecanismos que otorgan permisos ambientales directamente en manos de la Presidencia. La intención es clara: llevar las evaluaciones ambientales a su mínima expresión, y colocarlas debajo de las decisiones de inversión en manos de la Presidencia.
Es posiblemente una decisión que por ahora es ilegal -los cambios normativos necesarios para concretar esa transferencia son de una enorme complejidad, y muchos requieren la aprobación de nuevas leyes.
Eduardo Gudynas
Tiene un sabor particularmente amargo ya que todos los países sudamericanos se están movimiento hacia ministerios del ambiente plenos, y aquí se intenta ir hacia atrás. Pero además se copia
a Argentina -es el único país sudamericano cuya agencia ambiental depende de la Presidencia,
vía la jefatura del gabinete (una reforma de Néstor Kirchner).
Se llega así a un nuevo extremo, en la misma línea de las burlas del presidente a los temas ambientales, su decidida promoción de la minería, los intentos de rebajar las exigencias ambientales, etc. El objetivo actual es desmontar la institucionalidad ambiental.
Un día triste para el ambientalismo uruguayo".

9.2.12

Uruguay, el país sin nombre

Uruguay es un país sin nombre. “República Oriental del Uruguay” significa que es la república al oriente del río Uruguay. Es por tanto la descripción de su ubicación geográfica y no un nombre en sí. Algo así como si Perú se llamara “República al norte de Chile”.
Esta ausencia nace de la Convención Preliminar de Paz, que decretó la independencia de la Provincia Oriental en 1828 pero olvidó bautizarla.
El asunto se consideró en 1829, cuando se discutió la primera Constitución.
Uno de los constituyentes, Manuel Errázquin, propuso llamar al país “Estado de Solís”. La idea se descartó porque no se vio conveniente bautizarlo con el nombre de una persona.
Luego ganó empuje el nombre de Estado de Montevideo. Pero el constituyente Lázaro Gadea hizo ver que esa denominación aludía solo a una parte del país y que eso molestaría a los habitantes de otros parajes. Gadea propuso el nombre de Estado Oriental.
José Ellauri le respondió que Provincia Oriental había estado bien, porque era la más oriental de las Provincias Unidas. Pero si ya no se pertenecía a esa unión, el nombre carecía de sentido. No se podía ser “oriental” de la nada.
Gadea replicó que bien podía llamarse al país Estado Oriental del Caudaloso Plata, o Estado Oriental del Uruguay.
El constituyente Domingo Costa le hizo ver a Gadea que era una “monstruosidad” sostener que el país estaba al oriente del Río de la Plata y le advirtió que toda Europa se mofaría si cometían tal error geográfico: el territorio nacional estaba, explicó, al norte del Plata. El país podía llamarse, en todo caso, Estado Septentrional del Caudaloso Plata.
Gadea tomó nota y apostó todas sus fichas a Estado Oriental del Uruguay.
Alguien propuso también el nombre de Estado Nord Argentino, como si más bien fuéramos Bolivia.
Finalmente se sometieron tres nombres a consideración de los constituyentes: Estado de Montevideo, Estado Nord Argentino y Estado Oriental del Uruguay.
Ganó este último. Cuando se sancionó la Constitución de 1830, fue nuestro primer nombre.
El gentilicio continuó siendo “orientales”, como antes de la independencia. La palabra “uruguayo” comenzó a usarse recién medio siglo después. El primero en emplearla, dijo el historiador Carlos Demasi, fue un poeta que no encontraba una rima para la palabra “rayo”.

Artículo de Leonardo Haberkorn, recuadro de un informe sobre el Bicentenario.
Publicado en la revista Construcción, de la Cámara de la Construcción del Uruguay. Edición noviembre-diciembre 2011 / enero 2012
el.informante.blog@gmail.com


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